Si puedes elegir en qué mes viajas a Turquía, mi recomendación personal es que lo hagas en primavera. Los días son más largos, hay más luz, la temperatura es más agradable y están ellos: los tulipanes. Adornan los parques y jardines de todas las ciudades, alegrándonos la vista con sus maravillosos colores. La primavera en Estambul es sinónimo de celebración: es el tiempo del Festival de los Tulipanes.
Los tulipanes: símbolo de Turquía
La palabra tulipán deriva de una variación de tülbent o türban, de origen turco y persa ambas con idéntico significado: turbante, por el parecido con la flor cuando está cerrada.
Puede que no lo sepas, pero la flor nacional turca es el tulipán. Muchos creen que proceden de Holanda, donde se ven por doquier. Nada más lejos de la realidad.
Los tulipanes proceden de las estepas de Kazajistán, y durante siglos fueron utilizados en los palacios de la India y el lejano oriente, para decorar las puertas y muros, como símbolo de riqueza y elegancia.
Cuando las primeras tribus túrquicas procedentes de Asia Central, comenzaron a llegar en hordas a la península de Anatolia, llevaron consigo la expansión de los tulipanes hasta lo que es la actual Turquía.
Estas tribus, antepasados de los actuales turcos, terminaron por formar un Imperio, el Imperio Selyúcida, que llegó a Anatolia en torno al siglo XI y se convirtió en una auténtica pesadilla para el imperio Bizantino, librando intensas batallas con ellos y haciéndoles perder parte de sus territorios.
Normalmente, con las conquistas y mezclas de población, muchas de las costumbres de unos pueblos se mezclaban con las de otros. Sin embargo, el tulipán no tuvo gran importancia para el Imperio Bizantino, siendo para los turcos, en cambio, símbolo de prestigio y poder.
Su utilización continuó muy arraigada hasta la deriva de este imperio y la creación de otro: el Imperio Otomano, descendientes directos de aquellas primeras tribus.
Los otomanos hicieron del tulipán parte imprescindible de su cultura, convirtiéndolo incluso en símbolo de su época dorada, en la de mayor expansión del Imperio a nivel territorial y de su cultura: la era de los tulipanes.
La expansión a Europa
Según los otomanos fueron ampliando fronteras e introduciéndose en Europa, principalmente de la mano del Sultán Suleyman en el siglo XVI, todo lo que tenía que ver con ellos comenzó a despertar interés en las diversas cortes europeas, ávidas de intentar emular el boato de la corte otomana. De ahí que el tulipán despertara gran interés en una Europa cercada por los otomanos.
La belleza de la flor era tal, su colorido, su simbología, que un embajador de la corte holandesa en Estambul, lo llevó consigo de vuelta a su país, comenzando así con la fiebre del tulipán en Europa. La variedad que se extendió por Europa, fue conocida como el tulipán de Estambul, y llegó a alcanzar precios astronómicos.
El Imperio Otomano se convirtió así en el principal suministrador de los bulbos y semillas de tulipán a Europa durante los siglos posteriores.
La tulipmanía
Fue tal la locura que despertó el tulipán, que comenzaron a hacerse mezclas de diferentes variedades, que eran plantadas en Estambul en jardines secretos, dando lugar a nuevas creaciones, a mezclas de colores increíbles que se vendían después a cantidades desorbitadas.
Incluso se cuenta que una variedad secreta, que había sido plantada en jardines ocultos en el palacio de Çiragan, fue robada y desaparecida durante bastante tiempo.
Esta tulipmanía, esa época de esplendor de la que el tulipán se había convertido en símbolo, se extendió hasta el siglo XVIII, cuando comenzó el lento pero inexorable declive de aquella época de expansión de un Imperio que había llegado hasta las puertas de la misma Viena.
Cuenta la historia que este lento declive coincidió con una época en la que Estambul, debido a una serie de enfermedades que afectaron a las plantas, se quedó sin un sólo tulipán. A raíz de aquello, la flor nacional por excelencia fue olvidada, apartada, como si aquellos magníficos y coloridos años no hubieran existido jamás.
Recuperación de un símbolo nacional
Con la caída del Imperio y la pérdida de la mayoría de sus territorios en Europa, el antiguo Imperio Otomano supo reinventarse.
Habían roto con el sultanato, con su pasado imperial, habían perdido sus territorios en la Primera Guerra Mundial , viéndose de pronto fragmentados y en manos de las potencias europeas. Sin embargo, sacaron su orgullo patrio y se revolvieron contra un destino con el que no estaban de acuerdo. Lucharon y liberaron sus territorios, poco a poco pero con tesón.
En esa lucha se vieron obligados a hacer grandes sacrificios: Estambul. Dejó de ser la capital para cederle el testigo a Ankara, mejor ubicada en el centro mismo de Anatolia, más fácil de defender. Era un nuevo comienzo.
En 1923 se creó la República de Turquía, siendo el primer país oficialmente laico del mundo musulmán.
Los turcos son una nación orgullosa, se saben herederos de un pasado glorioso. Un pasado con el que querían romper, pero que era el que les había dado forma. El tulipán se recuperó como símbolo.
Una pequeña flor que representaba mejor que nada de dónde venían, y de lo que eran capaces.
El Festival de los Tulipanes en Estambul
Desde hace más de 15 años se viene celebrando este evento, el Festival de los Tulipanes, que llena la ciudad de actividades culturales. Y de un hermoso colorido. Los parques y jardines se visten de gala. Se tiñen sus espacios de colores, de diferentes variedades de tulipanes.
Es todo un espectáculo. La ciudad, ya de por si repleta de turistas, esos días se abarrota. Y no es para menos.
Las semillas son plantadas por los jardineros de la ciudad entre septiembre y noviembre, y florecen entre febrero y mayo. Abril es la época de mayor floración, de ahí que sea la fecha elegida para el festival, que suele comenzar a mediados de abril, hasta finales. Pero desde los primeros días del mes, comienzan las actividades.
La inauguración del Festival de los Tulipanes se lleva a cabo en uno de los parques más hermosos de la ciudad: el parque Emirgan, que amanece, de pronto con más de tres millones y medio de tulipanes de 125 especies diferentes.
Y comienzan las actividades, a lo largo y ancho de la ciudad, de Sultanahmet a Kadiköy, desde actividades deportivas como torneos de fútbol en la playa, hasta exposiciones fotográficas y venta de artesanía en la calle.
Si puedes visitar la ciudad esos días, te convertirás, de pronto, en espectador de numerosos eventos que tienen como protagonista al tulipán.
La alfombra de tulipanes más grande del mundo
Así es, con nada menos que 1734 m2, y más de 565000 tulipanes, es una maravilla que no te puedes perder.
El marco es incomparable: la plaza de Sultanahmet, junto a Santa Sofía. Sin duda merece la pena esperar la cola para subir al pequeño mirador que hay colocado a los pies de esa preciosidad, y deleitarse en la explosión de colores que se plantea ante tus ojos.
Es el evento estrella del Festival de los Tulipanes.
Cuando termines de verla, acércate al parque Gülhane. Puedes bajar andando por la calle del tranvía, y entrar en ese reducto de paz, donde apenas se escuchan los ruidos del tráfico de la ciudad.
Pasea por él sin prisa, con calma, admirando sus pequeños puentes de madera, sus fuentes, el sonido de los pájaros. Y de nuevo ellos: los tulipanes. Más de dos millones. de todos los colores y variedades posibles. Es algo que no olvidarás.
Arte en la calle: ebru y caligrafía
Ambas son disciplinas artísticas muy antiguas y herederas del pasado otomano. Y durante los días del festival, puedes verlas en los parques. Verás a los artistas realizar maravillas en papel.
Vayamos por partes.
El ebru es un arte muy antiguo, consistente en pintar sobre el agua. Su origen es dudoso, pero parece proceder de la zona de Uzbekistán, muchos dicen que de Bukhara. Otros sin embargo lo ubican en la India.
La técnica del ebru consiste en colocar en una bandeja rectangular, con bordes bajos, agua, a la que se añade goma procedente de la planta de tragacanto y se deja unas doce horas, removiendo de vez en cuando, hasta que la goma se ha disuelto completamente en el agua. Entonces se le añade la pintura, que tiene que tener una consistencia aceitosa, para que flote sobre el agua. Con un palillo de madera, el artesano va mezclando y dando forma a los colores, creando sobre la superficie preciosas figuras, casi todas de flores. En estos días, cómo no, en concreto tulipanes.
El papel también debe ser especial, un papel fuerte, que absorba la mezcla pero sin deshacerse, y será colocado con gran maestría sobre la bandeja, hasta que los motivos realizados por el artesano queden impresos en el papel.
Si quieres más información sobre este arte, puedes consultar el enlace de la UNESCO, donde fue inscrito en 2014 como patrimonio cultural inmaterial de la humanidad.
La caligrafía turca, por otro lado, es un arte antiguo, que deriva de la tradición islámica, en el que cada artesano realizaba su propio papel, cubriéndolo con clara de huevo, para poder corregir errores, sus instrumentos de madera y la tinta, a base de quemar aceite de pino o linaza.
Es un arte digno de contemplar, por la maestría con la que realizan cada una de las letras.
Pasea por la ciudad durante el festival de los tulipanes y comprenderás la importancia de una flor que no es un mero símbolo de un país. Es parte de su historia, de un pasado recuperado en su nuevo presente.
Visitando Estambul: Santa Sofía.
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[…] la ciudad. Estambul a tus pies. La colina de los enamorados es un enclave privilegiado, repleto de tulipanes, una de las siete colinas en las que se encuentra ubicada la ciudad. Y es un lugar de ocio para los […]
[…] La calle principal es un ejemplo de las hermosas construcciones otomanas de piedra. Puedes pasear por su bazar, donde encontrarás artesanías típicas de la zona. Verás telas con bonitos motivos hititas estampados en ellas con prensas de madera, lo que las hace únicas, o los famosos cuadros hechos con la técnica de ebru. […]