Hoy voy a contaros un viaje muy bonito que hicimos en octubre a Tesalónica, Vergina y Meteora. No hace falta que sigáis la ruta al pie de la letra, aunque es una buena idea para una escapada si venís a Grecia en temporada baja, cuando las playas no son el destino principal y os apetece hacer un recorrido diferente, o para elegir uno de los tres lugares si estáis cerca en cualquier momento. ¡Empezamos!
La nueva autopista
La construcción de la Vía Egnatia, una gran autopista que recorre transversalmente todo el norte de Grecia, fue un increíble revulsivo para las comunicaciones del país, que hasta entonces adolecían de una red de carreteras propia de finales del XX. Hasta su inauguración en 2009 los viajes eran eternos y muy peligrosos, pero desde entonces la cosa ha cambiado, y mucho, para bien. Tiene bastantes peajes que te obligan a detenerte en cada tramo, por lo que os recomiendo que llevéis monedas sueltas para ir pagando con rapidez los 2.55 o 3.10 euros que, por ejemplo, puede costar cada vez que os toque. No hay muchas áreas de servicio, de momento, o sea que haced acopio de provisiones antes de salir.
Salónica, Tesalónica o Thessaloniki
Esta preciosa ciudad es la segunda en importancia de Grecia y en tamaño, con poco más de un millón de habitantes en toda su área metropolitana y unos 300 000 en la zona urbana. Se considera la segunda capital del país, y es la más importante del noreste, con puerto abierto al Golfo Termaico, en el Egeo Norte.
¿Cómo es Tesalónica?
Salónica me pareció como una Barcelona en miniatura: es una ciudad cosmopolita con mar, un largo y bonito paseo marítimo, y grandes espacios abiertos llenos de vida, mucha oferta cultural, preciosos monumentos y una comida excelente. Es cuna de numerosos artistas, músicos y poetas, celebra un importante festival de cine (Thessaloniki Film Festival) y muchos otros eventos. Además, podéis encontrar bonitas playas organizadas a menos de 20 kilómetros, como Perea y Agia Triada, donde pasar un día de relax y baño.
Cómo llegar a Tesalónica
Thessaloniki se encuentra a 540 kilómetros al norte de Atenas y es es la capital histórica de la provincia de Macedonia, así como de la región de Macedonia Central (no confundir con el estado de Macedonia del Norte, antigua Skopia).
Tiene un estupendo aeropuerto internacional, Thessaloniki Airport Makedonia – SKG, con muchas conexiones europeas, entre ellas vuelos a España con Vueling y Ryanair, y el segundo puerto más importante del país. El edificio de la terminal de pasajeros fue construido por un arquitecto judío en la época otomana (1909-1912) y es bonito de verdad.
Su nombre proviene del nombre de Thessalonikē (Tesalónica), hija de Filipo II de Macedonia (cuya tumba visitaremos dentro de poco) y hermanastra de Alejandro Magno. La ciudad tiene muchos sitios arqueológicos para visitar, monumentos bizantinos y otomanos, incluido el barrio turco, lo que hace adivinar una historia muy interesante.
Huellas españolas
En 1430 fue ocupada por los Otomanos. El sultán acogería pocos años más tarde a muchos de los judíos sefardíes que habían sido expulsados de España en 1492 con el fin de repoblar la zona. La comunidad judía contribuyó notablemente al crecimiento económico de «Selânik», y la ciudad obtuvo el sobrenombre de La Madre de Israel (en español). Con la llegada de la Industria en el siglo XIX se convirtió en una de las regiones más modernas y prósperas de los Balcanes, y en 1912 la ciudad pasó a formar parte del Reino de Grecia. Hasta ese momento se había mantenido una importante comunidad sefardí que usaba el ladino como lengua, pero por desgracia, con la invasión alemana en la Segunda Guerra Mundial la población judía fue aniquilada casi por completo, ya que sus miembros fueron deportados y el 98% murió en los campos de concentración nazis.
Qué ver en Tesalónica
En Tesalónica hay tantos sitios para visitar que no terminarías nunca. Recomiendo que busquéis una buena guía de la ciudad y elijáis lo que más os apetezca ver: sitios arqueológicos, iglesias bizantinas, museos de arte moderno, baños otomanos, parque de dinosaurios… Os voy a contar lo que vimos y recorrimos nosotros, que para un par de días o tres es una buena selección. No olvidemos que hay una gran oferta de vida nocturna con bares y clubes para todos los gustos, en donde disfrutamos de muy buena música alternativa, rock y ambiente prácticamente como en casa.
El Paseo Marítimo
Es un lugar para recorrer sin prisas y sin duda de día o de noche, lleno de tiendas, cafeterías y con una amplia zona peatonal. Va a lo largo de todo el centro urbano, y si lo seguís encontraréis los lugares más importantes de Tesalónica.
La Plaza de Aristóteles
Es la más famosa y centro neurálgico de la ciudad, rodeada de edificios neoclásicos y con un parque en las zonas centrales. Fue diseñada en 1918 por un arquitecto francés dentro del proyecto de renovación de toda la ciudad en la época posterior a la expulsión de los otomanos. Este estilo se mantiene en las principales calles que recorren el centro urbano. Tiene multitud de tiendas, cafeterías y mucha vida a cualquier hora del día o la noche. Está abierta al paseo marítimo, y a unos pocos minutos se encuentra la Torre Blanca.
La Torre Blanca
Es el símbolo de Salónica por antonomasia. Fue construida en el siglo XVI y se localiza en el bulevar del paseo marítimo. Podemos decir que, para los tesalonicenses, es tan simbólica como el Pilar para los zaragozanos o la Giralda para los sevillanos. Data del período del sultán Solimán el Magnífico (1520-1566) y fue erigida como parte de la fortificación de la ciudad, en el sitio de otra torre probablemente realizada por caballeros franceses después de que los Cruzados conquistaran Constantinopla.
Es una torre circular de 33,90 metros de altura y 22,70 de diámetro, con seis pisos en los que el último ofrece una vista del puerto espectacular. Los turcos la utilizaron como prisión y fuerte: por esta razón, después de que en 1826 el sultán ordenara matar a todos los prisioneros, fue conocida como la Torre de Sangre. Hoy tiene el nombre de La Torre Blanca ya que fue pintada de este color a la salida de los otomanos.
Actualmente alberga un museo de Historia de la ciudad, y alrededor tiene un sitio precioso con una gran zona verde, donde muchos eligen un sitio a la sombra de los enormes pinos para descansar, leer o contemplar el mar.
El Castillo
Conocido como Yedi Kule o Heptapyrgyion (las siete torres), es de época bizantina y otomana y lo encontraréis en la parte alta de la ciudad, Ano Poli. Las vistas desde aquí son una maravilla, y las calles adyacentes son muy bonitas. Sirvió también como prisión en varias épocas, hasta 1989.
El Ágora Romana
Cuando estuvimos en Salónica la estaban restaurando, pero tuvimos la suerte de poderla ver desde el balcón de nuestro hotel. Se encuentra en una parte muy central de la capital y estuvo en funcionamiento durante ocho siglos. Tenía dos baños romanos y un teatro para juegos de gladiadores, y fue descubierta por casualidad en los años 60.
El Mercado Modiano
La mejor manera de conocer una ciudad y sus costumbres es visitar su mercado, por eso nunca me los pierdo. Muy cerca de la Plaza de Aristóteles, aquí encontraréis los mejores productos autóctonos a muy buenos precios, y el edificio toma el nombre del arquitecto que lo realizó en los años 20, de origen sefardí. Aquí podéis comprar muchísimas cosas, pero entre ellas las preciadas especias, que llenan los platos locales por la influencia otomana. Este sitio me recordó mucho el Mercado Central de Zaragoza, construido unos años antes que este.
¿Qué más hacer en Tesalónica?
Comer. La ciudad es conocida por su moderna gastronomía, que fusiona modernidad y los platos típicos otomano-griegos con mucha creatividad e imaginación. No olvidemos que es zona costera y el marisco es uno de sus platos principales.
Cerca del puerto hay una zona conocida como Ladadika, (tiendas de aceite), antiguo barrio judío, donde hace muchos años había un mercado con muchas tiendas de aceite de oliva. Más tarde, a principios del siglo XX, se convirtió en «barrio rojo», y hoy consta de un espacio peatonal con cantidad de pequeñas tabernas y locales que nos dan de comer durante el día, y bares de copas para disfrutar de la noche.
Un secreto: la calle Karipi en la Ladadika
Si queréis conocer un secreto oculto entre las calles de la Ladadika os recomiendo que busquéis la calle Karipi, Se trata de una estrecha zona peatonal llena de antiguas tiendas que se han transformado en restaurantes donde sirven deliciosa comida casera, y cada restaurante tiene un menú diferente (cosa que no sucede a menudo en Grecia). Todo está decorado con humor y muy buen gusto en estilo retro: antigüedades, relojes, posters y juguetes, figuras infantiles, triciclos, muchas flores, lámparas de latón… aparte de que comimos de maravilla, el sitio es una gozada adonde podéis dirigiros varias veces si pasáis más de un día en la ciudad.
¿Y los dulces?
Para postre no puedo dejaros sin conocer los dulces típicos de la ciudad, la bougatsa y el tsoureki. Estos nombres suenan complicados, pero os aseguro que cuando los probéis los recordaréis a lo largo de los años.
La bougatsa
La bougatsa es una empanada artesana de pasta filo rellena de crema pastelera que se vende en panaderías y cafeterías. Cuando la saca del horno, el panadero la corta en grandes trozos cuadrados, y antes de servirla la espolvorea con azúcar glas y canela. Se puede tomar junto con un café, o simplemente envuelta en papel, y paseando. Hay otras versiones con crema de queso feta, pero mi favorita es la primera. Encontraréis fácilmente uno de estos hornos porque huele toda la calle a lo lejos, no tiene pérdida.
El tsoureki
El tsoureki es una especie de bollo-bizcocho típico de la Semana Santa, pero que ahora se come (lógicamente) durante todo el año. La masa lleva harina, huevos, miel y mantequilla, a lo que se añaden especias aromáticas -mahlepi, cardamomo, mastiha de Chíos y vainilla. Además del tradicional, cubierto de almendras trituradas, los encontraréis rellenos y/o cubiertos de chocolate. Es originario de Salónica pero lo venden en toda Grecia, y, además, en el aeropuerto de Atenas hay una pastelería donde podéis comprar uno y llevarlo bien envasado en el avión.
¿Queréis ver cómo se hacen? Mirad aquí.
Vergina. El Museo de las Tumbas Reales
A 57 kilómetros de Salónica dirección oeste llegamos a Vergina. Es un pueblo pequeño muy cerca de Veria con poco interés, pero lo que esconde hace que sea una parada obligatoria para los amantes de la historia y la arqueología. Aquí se encuentra el llamado yacimiento arqueológico de Egas o Aigai, declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1996.
El descubrimiento de la necrópolis
En la Antigüedad se conocía como Aigai, capital de Macedonia, donde su rey Filipo II fue asesinado en el 336 a. C., y su hijo Alejandro (Magno) proclamado rey. Desde finales de 1800 había habido muchos intentos, pero nadie fue capaz de encontrar ni rastro de esta antigua ciudad hasta que en 1977 uno de los mejores arqueólogos de la historia de Grecia, Manolis Andronikos, descubrió la tumba del rey. El complejo funerario se encontraba enterrado bajo túmulos de tierra, que a simple vista parecían colinas, pero él estaba convencido de que algo interesante se escondía allí. Es por esto que cuando decidió ponerse a excavar encontró el enterramiento íntegro con todo el ajuar, y los tesoros que se habían colocado en él hace 24 siglos estaban casi intactos dentro del Gran Túmulo. Fueron halladas un total de cuatro tumbas, para maravilla del mundo: allí estaban enterrados Filipo II, la Reina Meda (sexta esposa del rey), Alejandro IV (hijo de Alejandro Magno) y un cuarto miembro de la familia sin identificar, probablemente otra de las esposas de Filipo II.
El Museo y el tesoro
Una vez llegados a la necrópolis vemos que el recinto conserva todavía la estructura original, donde se ha ido excavando cuidadosamente para mantenerlo prácticamente tal y como era.
El museo se encuentra bajo tierra junto con los restos casi íntegros de la tumba, que sólo el paso de los siglos ha dañado ligeramente. Entre todos los frescos originales, mosaicos, joyas y enseres que pueden admirarse in situ, destacan las coronas de Filipo II de Macedonia y la reina Meda, que son una auténtica maravilla.
Fueron realizadas en oro puro, y la del rey está compuesta por 313 hojas y 68 bellotas de oro, símbolo de Zeus. Se halló dentro del larnax (caja funeraria) del rey, también de oro.
Nuestra siguiente parada sería en Kalambaka, donde llegamos a última hora de la noche y fuimos directamente al hotel a descansar y reponer fuerzas para el día siguiente.
Meteora: Los monasterios en el aire
Lo que vimos a la mañana siguiente desde la ventana del hotel nos dejó boquiabiertos: un paisaje de fábula, con una serie de altísimas rocas que emergían de entre los bosques, sobre las cuales se erigían, como suspendidos en el aire, antiguos monasterios casi inaccesibles.
La palabra Meteora significa “monasterios suspendidos en los aires”. Los edificios están a 600 metros de altura, y su construcción data del siglo XIV. Desde tiempos inmemoriales se tiene constancia de la presencia de monjes ascetas en las cuevas de la comarca, donde se retiraban para rezar y meditar eternamente escapando del mundanal ruido. Este lugar está también clasificado como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco desde el año 1988. Actualmente hay seis monasterios, cuatro masculinos y dos femeninos, aunque hubo muchos más que por desgracia fueron destruidos por los alemanes durante la Segunda Guerra Mundial como castigo a los rebeldes que aquí se ocultaron.
Antes de ir no olvidéis confirmar los horarios y días de visita en la página Visit Meteora. con información muy completa sobre todo el recinto.
La visita a los monasterios
Preparad buen calzado, una gorra y ropa cómoda. Para acceder a los monasterios hay que bajar la colina y luego subir un caminito que a veces está un poco concurrido por los numerosos peregrinos que llegan desde todo el mundo cristiano-ortodoxo. Se paga una entrada de tres euros por cada monasterio que se visita, y lo normal es ver tres o cuatro ya que cada uno de ellos cierra a las visitas un día diferente por semana.
Una de las cosas que más me llamó la atención fue el montacargas que todavía se utiliza para llevar suministros a los monjes gracias a un grueso cable-sirga. En otros monasterios de Meteora veréis también un arcaico ascensor de madera, que se eleva con un sistema de cuerdas y poleas, en el que cabe al menos una persona.
Hay que comer en Kalambaka
Por último, recomendaros que os quedéis a comer o cenar en el pueblo de Kalambaka, donde hay muchas tabernas con parrilla que sirven deliciosos platos de caza (según temporada) y carnes variadas de muy buena calidad y a buen precio.
Os recuerdo que si queréis más información sobre estas rutas u os apetece venir en grupo, podéis dejar un mensaje en esta página de contacto y os ayudaremos en todo lo posible.
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[…] Bond fue rodada en Corfú, de la que ya os he hablado en varias ocasiones, y en los monasterios de Meteora, que también deberías conocer si seguís mis anteriores posts. Esta cinta está considerada como […]