Calles y callejuelas del Barrio de San Pedro
En el artículo de la semana pasada estuvimos paseando por el Barrio de San Pedro y esta semana vamos a adentrarnos un poco más en él, y descubrir sus calles y callejuelas, paseando entre las hoces del río Júcar y el río Huécar.
Hoz del río Huécar
Ronda de Julián Romero
Sin duda, es una de mis partes favoritas de la ciudad.
Pasear por aquí es conectar con los cinco sentidos, dejarse envolver por la magia del lugar y sin duda no tener prisa por seguir recorriendo la ciudad.
Merece la pena que os paréis un momento para deleitar vuestra vista y vuestro olfato.
Se puede llegar a ella bajando por las escaleras del Archivo Histórico para poder recorrerla en toda su extensión.
Ah! Pero se me olvidaba una cosa, ¿sabéis por qué se llama así?
Julián Romero fue un gran militar del siglo XVI y gracias a él las tropas españolas lograron vencer en la batalla de San Quintín.
En esta calle nos vamos a encontrar también con la antigua casa de Jose Luis Perales, ¿sabíais que había nacido en un pequeño municipio de Cuenca?
Pues sí, nació concretamente en Castejón, a tan solo 65 km de Cuenca.
Hoy en día su casa alberga el Figón del Huécar, y cómo os podréis imaginar las vistas son de quitar el sentido.
También se puede llegar a esta ronda a través de un arco situado más o menos hacia la mitad de la calle San Pedro.
El Cristo del Pasadizo
Sin duda, cuando vas paseando por una ciudad no esperas encontrarte con un cristo «encarcelado» en lo alto de un arco, o al menos eso pienso yo.
Sin duda es un pequeño rincón lleno de magia en medio de la ronda Julián Romero, no sé si será la luz que incide en él, o si será el sentimiento que provoca al pasar por debajo, ¡pero tiene algo!
Y como sobre otras muchas cosas, hay una leyenda por detrás de esta imagen, pero ese es un tema que ya hablaré más adelante en un artículo dedicado exclusivamente a las leyendas de la ciudad de Cuenca.
Posada de San José
La posada de San José fue una antigua casa-palacio perteneciente a la familia Martínez del Mazo y ordenada construir por el abuelo materno de Juan Bautista Martínez del Mazo, quién a su vez fue un discípulo aventajado y yerno de Don Diego de Velázquez.
Se dice que Velázquez pasó por aquí en alguna ocasión e incluso que fue aquí donde dio las primeras pinceladas de su cuadro Las Meninas.
Años más tarde, la residencia se convierte en el Colegio de Infantes del Coro de San José.
Fue elegido ese sitio gracias a su proximidad con la Catedral, para que los infantes pudieran acudir al culto con la mayor puntualidad posible.
El colegio abrió sus puertas en 1668, albergando entre seis y doce infantes, hasta bien entrado el siglo XIX.
Tras una serie de problemas económicos, los infantes fueron trasladados al seminario debido al cierre total del colegio.
Después de largos años, reabre sus puertas como negocio hostelero en 1953 bajo la dirección de Fidel García Berlanga, hermano del cineasta español Luis García Berlanga.
En el interior de la posada, encontramos restos de viguería medieval e islámica, y la puerta de acceso es de estilo barroco, de la segunda mitad del siglo XVII.
Sin duda merece la pena que paséis por aquí.
Mirador de Florencio Cañas
Y en medio de pasadizos y callejones, se nos abre este espacio maravilloso.
Bien merece un pequeño descanso para disfrutar de unas vistas inmejorables de la Hoz del río Huécar.
¡Recomendación!
Sin duda tenéis que pasar por aquí cuando se esté poniendo el sol, ya que el juego de luces y colores sobre la hoz es digno de ver y disfrutar.
Desde aquí podéis observar el antiguo Convento de San Pablo, hoy convertido en Parador Nacional de Turismo.
Y también se puede ver el antiguo acueducto de la ciudad.
Aunque no le dedico un apartado exclusivo, me gustaría comentaros que un poco antes de este mirador tenemos otro más pequeño.
Es el mirador de Víctor de la Vega, que nos da mayor privacidad al estar «más escondido», pero sin duda igual de mágico que el de Florencio Cañas.
Sólo por hablar un poco de historia sobre estos personajes…
Víctor de la Vega fue un pintor, ilustrador, muralista y grabador conquense, llegando a ser director de la Real Academia Conquense de Artes y Letras.
Por su parte, Florencia Cañas fue un concejal de la ciudad que redescubrió la Cuenca antigua y quién recuperó varios lugares, entre ellos las Ruinas de la Iglesia de San Pantaleón.
Hoz del río Júcar
Ronda del Júcar
Otra de mis partes preferidas de la ciudad, porque sí, tengo más de una y es que Cuenca te permite eso y mucho más.
Esta ronda está al pasar el Arco de la Tabanqueta, ya al mirar a través del arco puedes intuir lo que te vas a encontrar, unas vistas hacia la Hoz del río Júcar impresionantes.
Pero te sorprende aún más cuando traspasas ese muro de piedra para adentrarte de lleno en la Hoz del río Júcar, con sus colores, sus vistas, ¡su todo!
Sin duda es otro de los rincones que merece la pena hacer despacio, sin prisa, dejándote cautivar por su belleza y armonía.
Es sinónimo de paz.
Al acabar esta ronda, nos encontramos en la calle Severo Catalina, llena de encanto y con muchos bares para que podáis para a descansar un poco.
Antes de entrar en la calle Severo Catalina, nos encontramos a mano izquierda la Plaza de San Nicolás, rincón importante de la ciudad en la festividad de San Mateo.
En ella podemos visitar la Iglesia de San Nicolás construida en el siglo XV, restaurada en año pasada tras muchos años cerrada.
Mirador de Camilo José Cela
Es un mirador poco conocido y por ello se puede disfrutar de él sin grandes aglomeraciones.
Está situado al otro del Arco de la Tabanqueta, justo en frente de «Los Ojos de la Mora».
Las vistas hacia la Hoz del río Júcar son magníficas, y al igual que os recomendé con el mirador de Florencio Cañas, intentar venir cuando se esté poniendo el sol.
Camilo José Cela fue premio Nobel de literatura, aunque imagino que ya lo sabríais, y su relación con Cuenca está marcada por su obra maestra Viaje a la Alcarria, donde habla de las maravillas de la provincia conquense.
En la placa en su honor se puede leer la siguiente inscripción:
«Caminando Cuenca al viajero le brotan de súbito, alas en el alma, desconocidos mundos en el mirar»
Y es que como os dije en el primer artículo, Cuenca es una ciudad de naturaleza construida en lo alto de una montaña entre la Hoz del río Júcar y la Hoz del río Huécar.
¡Hasta la semana que viene!